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¿Por qué existe el mal en el mundo?
Alguien, más allá de una interpretación simplista y a primera vista, dio -al hecho de que exista el mal en el mundo-, la interpretación que sigue, más coherente y real. "El cielo lo recibimos, el infierno nos lo fabricamos nosotros". (Louis Evely, sacerdote belga, maestro de escuela, conferenciante y escritor) Porque... digámoslo claro desde un principio, es el hombre el verdadero culpable del mal que existe en el mundo. Y él también quien a fin de cuentas lo permite. Siempre es él, de una u otra forma, el responsable -por acción o por omisión- de que el mal aflore en la existencia humana. Me refiero al mal sinónimo de "lo malo" o, por decirlo de otra manera, lo contrario al bien: "Lo que fue grave no es que existiera un hombre con el valor suficiente para ser tan malvado como Hitler, sino que hubieran millones de hombres sin el valor necesario para ser buenos". (Afirmación de un personaje de la novela "El Mago", de J. Fowles, escritor británico). ¿No es verdad que fueron ellos los verdaderos responsables de la existencia de un personaje como Hitler? ¿No fueron, por ello, sus cómplices? Y en general... ¿no somos todos los hombres culpables de permitir que el mal habite en el mundo? Es muy fácil echarle las culpas a los demás. "Yo no fui" (pero sin embargo permito, por no inmiscuirme y no buscarme problemas, la injusticia, el crimen, la maldad que quizás podría evitar). A este respecto, quiero citar a Clive Staples Lewis, académico y novelista inglés, cuando imagina a varios personajes famosos haciendo penitencia, y dice, refiriéndose a Napoleón: "Se paseaba de un lado al otro. Siempre de izquierda a derecha, izquierda, derecha, sin detenerse ni un minuto. Nosotros lo observábamos. Farfullaba sin parar: `Fue por culpa de Soult, fue por culpa de Ney, fue por culpa de Josefina, fue por culpa de los rusos, fue por culpa de los ingleses... Y así todo el rato sin parar...´". (Clive Staples Lewis. De "El gran divorcio") Bernard Bro, dominico, que es quien lo cita en su libro "Mais que foutait Dieu avant la création?", añade como colofón a la cita: "¿Quién no tiene una Josefina, o rusos, o ingleses?" (a punto para echarle las culpas). Pero..., a pesar de ello, hay otro aspecto muy importante en la cuestión: lo dicho explica nuestra culpabilidad por acción u omisión, pero no explica el porqué del hecho de que el mal sea posible en el hombre, que éste sea capaz de realizarlo. Ahí está la verdadera dimensión, la más profunda, de nuestras humanas preguntas sobre el tema: ¿Por qué Dios permitió que el mal fuera posible? Difícil cuestión... Copio del Catecismo de la Iglesia Católica: (Núm. 310, en el apartado sobre la Providencia y el escándalo del mal): "Pero ¿por qué Dios no creó un mundo tan perfecto que en él no pudiera existir ningún mal? En su poder Infinito, Dios podría siempre crear algo mejor (cf S. Tomás de A., s. th. I, 25, 6). Sin embargo, en su sabiduría y bondad Infinitas, Dios quiso libremente crear un mundo "en estado de vía" hacia su perfección última. Este devenir trae consigo en el designio de Dios, junto con la aparición de ciertos seres, la desaparición de otros; junto con lo más perfecto lo menos perfecto; junto con las construcciones de la naturaleza también las destrucciones. Por tanto, con el bien físico existe también el mal físico, mientras la creación no haya alcanzado su perfección (cf S. Tomás de A., s. gent. 3, 71)". (Núm. 1937, en el apartado sobre la igualdad y diferencias entre los hombres): "...Estas diferencias pertenecen al plan de Dios, que quiere que cada uno reciba de otro aquello que necesita, y que quienes disponen de "talentos" particulares comuniquen sus beneficios a los que los necesiten. Las diferencias alientan y con frecuencia obligan a las personas a la magnanimidad, a la benevolencia y a la comunicación. Incitan a las culturas a enriquecerse unas a otras: 'Yo no doy todas las virtudes por igual a cada uno... hay muchos a los que distribuyo de tal manera, esto a uno aquello a otro... A uno la caridad, a otro la justicia, a éste la humildad, a aquél una fe viva... En cuanto a los bienes temporales las cosas necesarias para la vida humana las he distribuido con la mayor desigualdad, y no he querido que cada uno posea todo lo que le era necesario para que los hombres tengan así ocasión, por necesidad, de practicar la caridad unos con otros... He querido que unos necesitasen de otros y que fuesen mis servidores para la distribución de las gracias y de las liberalidades que han recibido de mí' (S. Catalina de Siena, “Dialogui”, 1,7)". San Agustín, una vez más, dio la respuesta de forma clarísima y en pocas palabras: "Dios es tan bueno y omnipotente que no toleraría el mal si, del mismo mal, Dios no pudiera hacer surgir el bien". (San Agustín. De "Enchiridion"). Porque todo tiene su parte buena, y en este tema es que: "Hay muchos bienes que no existirían sin los males; la paciencia de los justos, por ejemplo, no existiría sin la malignidad de los perseguidores...". (Santo Tomás de Aquino. De "Summa contra gentiles"). y con ello: "Cristo vino a decirnos que no hay necesidad de que sufrimiento y muerte nos lleven hacia el mal, sino que, por el contrario, los podemos transformar y hacer de ambos algo que se cambie en fuente de amor. El propio sufrimiento y la propia muerte pueden llegar a ser fuente de fecundidad". (Xavier Le Pichon. Científico, colaboró, con otros, en la elaboración de la "teoría de las placas tectónicas". De una entrevista en la revista cristiana francesa "Panorama"). Si en lugar de bajar la cabeza ante el mal, le combatimos... si en lugar de permitirlo nos oponemos... si en lugar de cruzarnos de brazos pasamos a la acción contra él... entonces, y sólo entonces, el mal nos habrá "servido" para algo. Sólo así nuestra existencia cobra sentido: siendo útiles -en positivo- a la humanidad. Cuando damos amor, repartimos bondad, luchamos, en definitiva, contra el mal... y así transformamos al mundo... y así todo tiene sentido. Comprendemos, por fin, el porque de nuestras vidas. El porque, el sentido, la razón de la existencia humana pasa por la ayuda solidaria a las necesidades de los demás, por el amor y el altruismo con aquellos que necesitan algo que nosotros les podamos dar (aunque no seamos ricos, hay muchas formas de ayudar...) Y es que... Quizás alguien sufre el dolor de la enfermedad para que nosotros podamos tenderle la mano, confortarlo, ayudarle..., Quizás alguien roba porque nosotros no hemos sabido construir un mundo que no le diera "sus" argumentos, Quizás alguien tiene hambre, consecuencia del egoísmo humano, para que otros podamos darle pan, o, mejor aun, para que le enseñemos a elaborarlo mediante las semillas que le facilitemos. Quizás alguien sufre las consecuencias del huracán o del terremoto para que nosotros podamos dar solución a su penuria y ayudarle a reconstruir su hogar. Quizás alguien hace daño a los demás porque nosotros se lo enseñamos en televisión, ya que el mal ejemplo, poco o mucho, siempre corrompe... Y sin embargo... "A pesar de todo, encuentro que la vida no está desprovista de sentido, Dios mío; ¡no puedo remediarlo! No es Dios, sino nosotros los que tenemos que dar cuenta de los absurdos que nos son imputables. Yo ya he sufrido mil muertes en mil campos de concentración. Todo me es conocido, ya no hay ninguna información que me angustie. De un modo u otro, ya lo sé todo. Y, sin embargo, encuentro esta vida hermosa y llena de sentido. En cada instante". (Etty Hillesum, judía, muerta en el campo de concentración de Auschwitz. De "La chica que no sabía arrodillarse" de Daniel Camarero). Dios cuenta con nosotros para combatir el mal producido por los seres humanos y para reciclar en algo positivo el resto. Es el encargo que nos hizo. Es nuestra labor en este mundo. Y, además, tiene unos réditos extraordinarios en la otra vida...
La respuesta está en Dios
Una pregunta sin respuesta... respondida En el transcurso de un viaje que el Papa Francisco realizó a las Filipinas, en enero de 2015, una niña, tras contarle entre lágrimas que había comido de lo recogido en la calle e incluso dormido en ella, le preguntaba: ¿Por qué deja Dios que pasen esas cosas, incluso si no es culpa de los niños? ¿Y por qué solo algunas personas nos ayudan?” El Papa respondió con una afirmación que a muchos pudo sorprender (en un sentido u otro) pero que reflejaba la dificultad inherente de tal pregunta. Dijo que la niña había hecho “la única pregunta que no tiene respuesta, no le alcanzaron las palabras y tuvo que decirlas con lágrimas”. Añadió que ante esa cuestión sólo caben dos posturas: el silencio o las palabras que nacen de las lágrimas. Sí. Sí hubo respuesta, porque si no se sabe qué decir, mejor callar, pero en cualquier caso mejor aun llorar. Porque llorar con el que sufre significa compadecerse, compadecerse significa solidarizarse y solidarizarse significa, tiene que significar, actuar. Y los cristianos sólo tenemos una forma de hacerlo: se llama AMAR. Actuar amando quiere decir ayudar, resolver, mitigar, paliar,... Sí. Hubo respuesta. Al estilo Francisco. No podía expresarlo mejor. Hay quien después de aquello habla de una “teología del llanto”. Donde haya mal, ama, provenga de qué, de donde o de quien provenga y sea del tipo que sea.
Conversaciones sobre el tema
por: Chiron (Francia)
Escrito el lunes 26 de octubre de 2020
La respuesta está en Dios:
Yo creo que no se puede explicar el origen del mal, es un misterio y quedará siempre aquí en la Tierra. Nos han dicho que Dios, el Dios de Jesus es infinitamente bueno y poderoso. Sin embargo, la imagen del paraiso y del arbol del bien y del mal indica que, antes de la existencia del hombre, el mal prexistía. Por qué, cómo? Esto es un misterio, el misterio de Dios. Con Jesus, sólo con El, tenemos el modelo perfecto a quien seguir: paz, amor, solidaridad.… El mal siempre será un misterio y, por desgracia, genera muchas dudas sobre la existencia de Dios mismo! Jesus no nos reveló el origen del mal sino que nos enseñó a combatirlo!
Ante todo, gracias por tu aportación. Efectivamente esta es la cuestión más difícil de nuestra fe. Tu criterio es también el de muchos. Es difícil intentar comprender cómo la bondad y misericordia de Dios pueden conjugar con la existencia del mal en el mundo… Pero, escucha: ¿Por qué no dejamos ya de creer en un Dios con las características y personalidad de los padres y madres de este mundo? ¿Es que es un buen padre aquel que colma de regalos y caprichos a sus hijos, sin amonestarles nunca, permitiéndoles cualquier actitud, sin educarles más allá de lo básico, en un derroche de permisividad absolutamente exagerado y contraproducente?, o ¿es un buen padre aquel que envuelve a sus hijos entre algodones, ahorrándoles siempre -de forma exagerada- cualquier tipo de dificultad, inconveniente o preocupación a toda costa y evitando así que estas vivencias puedan formar su carácter, su alma y su pensamiento? Nos gustaría a todos que Dios Padre fuera así, claro que sí, pero nos convertiríamos en seres amorfos y sin criterio, sin empuje ni ganas para nada, seres impersonales a quienes resultaría incluso difícil definir por no tener claros los perfiles que nos identificasen. El filósofo alemán K. L. Michelet dijo a ese respecto: “Un mundo donde todo rodase sobre rieles resbaladizos, resultaría empequeñecido. Toda alma llegaría a reblandecerse y a ser incapaz de todo impulso”. Esa tendencia, expresada en los anteriores ejemplos, bastante general entre muchos padres y madres de nuestros días, pasa factura. Y en esa factura figura: la falta de carácter frente al más mínimo problema personal, tanto sea económico, social, de salud… la enorme dificultad que algunos tienen en sobreponerse a las situaciones negativas para afrontarlas con espíritu valiente y constructivo… la falta de coraje para emprender cualquier actividad que pueda provocarles sinsabores, buscando siempre el camino más fácil… Por contra, aquellos que han sido forjados en los obstáculos y tropiezos de la vida, que han curtido su espíritu en el crisol de las dificultades, que han “madurado” espiritual, moral y mentalmente..., saben salir adelante, las afrontan con presencia de carácter, las sobrellevan y vencen con autoridad. Tu mismo afirmas en tu comentario: “Jesus no nos reveló el origen del mal sino que nos enseñó a combatirlo” ¿No crees que en la segunda parte de la frase reside la respuesta a la primera parte? Porque ante el mal, lucha, ante el demonio, fortaleza, ante las tinieblas, luz. Que Dios nos puso aquí para que fuéramos nosotros, cada día y según las circunstancias de cada cual, los que obtuviéramos la victoria. Como dijo Santo Tomás de Aquino: “Hay muchos bienes que no existirían sin los males; la paciencia de los justos, por ejemplo, no existiría sin la malignidad de los perseguidores...”. Ante todo eso alguno se preguntará: ¿Y ello, con que fin?. Y la respuesta será: para llegar al cielo prometido por Jesús. Te invito a que veas, en esta misma web y dentro del artículo “¿Por qué existe el sufrimiento?” el vídeo que encontrarás allí. Resume -y amplía- este comentario mío.
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