Jean-Louis Etienne,
expedicionario al Polo Norte en solitario:
“Dios, el Creador,
ha resurgido en mi vida”
Médico y aventurero, Jean-Louis Etienne atravesó, sólo y a pie, los 900 kilómetros que le separaban del Polo Norte. En estas
líneas cuenta su experiencia espiritual, no su aventura, aunque aquella es consecuencia en gran medida de esta última.
Efectivamente, verse llevado al extremo de la resistencia física y anímica le sitúan frente al gran interrogante de la existencia
humana. Allí, solo ante la naturaleza, ante si mismo y sus limitaciones como ser humano y en medio del inmenso silencio del
no menos inmenso hielo polar es donde encuentra la respuesta fundamental sobre Dios:
“Mi expedición solitaria a pie hacia el Polo Norte ha sido una experiencia fantástica sobre lo de ir más allá de
mi mismo. He llegado muy lejos en el compromiso físico y moral.
Semanas solo en el frío, en el hielo. Noches de duda bajo mi tienda, asaltado por el hielo, el sentimiento de
una horrorosa soledad...
Todo eso por una conquista inútil alimentada por mi orgullo de realizar “lo nunca visto”.
Después, el tiempo que, literalmente, os sumerge en lo más profundo de vuestra fragilidad. El combate contra
uno mismo que, finalmente, lleva a una unión nunca aun sentida. La emoción de decirse que se ha estado en
el límite de uno mismo y que más que en el Polo Norte uno se encuentra, en definitiva, sobre el propio polo
interior que ha comenzado a levantar el velo.
Honestamente, marché para realizar algo con todo lo que suponía de mediático, de celebridad, de éxito
social.
Una vez solo en el universo totalmente hostil de la banquisa no pude dar media vuelta aunque, sin parar, el
deseo de abandonar me dividía.
Cuando uno está sólo, bajo la tienda, en la noche, donde se llega cerca de los 40 grados bajo cero, no es la
gloria lo que encuentra, sino el descubrimiento de su carácter, de sus límites y de su fragilidad.
Uno comienza, un poco, por la gloria, y lo que encuentra, de hecho, es la humildad.
Entonces, surgen las preguntas, la confrontación con uno mismo: ¿Por qué tengo tanto deseo de huir de la
vida común hasta el punto de ponerme en una situación de total soledad y de profundo sufrimiento? ¿Quien
soy yo para intentar una tal aventura?
A la vuelta, la prensa me interrogaba sin parar sobre el frío, sobre lo que había comido o sobre el peso de mi
trineo, todas estas cosas de las que yo me reía absolutamente.
Sabía que el verdadero viaje había sido interior, una confrontación sin maquillaje y brutal conmigo mismo,
mediante un proyecto terriblemente ambicioso y totalmente loco.
La celebridad me ha caído encima, efectivamente, con todo lo que representa de satisfacción personal, de
reconocimiento, de puertas que se abren y de medios financieros para construir otras expediciones cada vez
más faraónicas.
Confieso haberle encontrado gusto al principio. Después, poco a poco, me di cuenta de que cada vez era
menor el placer que todo aquello me producía. La notoriedad es una herramienta formidable, pero también un
cuchillo de doble filo...
...El Polo Norte me había puesto, verdaderamente, delante de mi mismo. La notoriedad que siguió me llevó,
sin duda, a un callejón sin salida. Tenía urgencia de volver a coger el timón de mi pequeño barco personal y
de volver a estar delante de mi verdad interior, de parar de ser una marioneta de mi propio personaje público.
Al retorno de mis expediciones di muchas conferencias. Después me pregunté: ¿Por qué hacer el héroe
sobre un estrado delante de gentes que seguramente tienen un heroísmo, cotidianamente, bastante más
complicado que el mío?
Lo interesante no es el héroe sino el ser humano que se esconde detrás de él y de sus máscaras. Lo que yo
podía aportar a los otros no era una imagen de éxito, sino una experiencia humana con sus miserias, sus
grandezas y, sobre todo, sus interrogantes fundamentales sobre la vida.
Nuestra verdad, nuestro deseo más profundo es, continuamente, de hacer “zapping” por la vida que
llevamos, por el trabajo, por la carrera hacia el éxito, los medios de comunicación, toda esta sociedad de la
imagen, la televisión y los teléfonos móviles que nos ofrece, continuamente, medios cada vez más poderosos
de huir, de olvidar la cita que hemos de tener con nosotros mismos.
Estamos demasiado solicitados en este mundo moderno. En ningún momento tomamos el tiempo para la
parada, la desaceleración, la soledad buscada, donde, al fin, nos podamos preguntar sobre si estamos en el
buen camino, si la vida que llevamos está verdaderamente en concordancia con aquello que somos y si está
bien atada a lo que es esencial.
...Ir al fin del mundo, organizar las expediciones más locas, ha sido para mi, quizás, un medio de no afrontar
las vertiginosas cuestiones metafísicas y espirituales que, de hecho, han estado siempre dentro de mi...
...Busco la huella de Dios. Creo que ella es como un sello en nuestras vidas. Creo que, inevitablemente, el
hombre se inventa un Dios que se le parece, un Dios reducido a su deseo, un Dios demasiado pequeño,
demasiado mezquino.
Pero yo vivo en la convicción de que toda pregunta profunda sobre la esencia de la vida conduce
inevitablemente a interrogarse sobre un Dios creador, un Dios en el origen de todo. Creo que hay,
efectivamente, un artesano incomparable que ha creado y continua creando la obra maestra que ofrece a
nuestra mirada. Pienso que el hombre se equivocaría si se privase de la idea de lo que es divino, porque es
un aliento formidable, una respiración enorme que nos dice que hay algo por encima nuestro, o, más
exactamente, al lado nuestro.
El hombre sabe, hoy, manipular la vida, modificar los códigos genéticos, casi clonar a los individuos, pero no
sabe crear la vida. El misterio continúa: el hombre no es, afortunadamente, el dueño del mundo. Le hace
falta, pues, aceptar la existencia de alguien más grande que él.
... Dios, el Creador, ha resurgido en mi vida...
... Mi camino escarpado y no señalizado hacia Él pasa, hoy, por la necesidad de hacer silencio, pues creo que
Dios nos habla sólo si sabemos, de verdad, callarnos para escucharlo”.
(Fragmentos extraídos de una entrevista en la revista francesa "Panorama")
¿Se puede añadir algo más a testimonio tan personal y sincero? Seguramente no. Las palabras de Etienne son
suficientemente concluyentes: no se puede pasar por la vida sin darse cuenta de un modo u otro, en un momento u otro de
ella, de que no estamos solos, de que somos criaturas de Dios. Aunque nunca nos encontremos en situaciones límite como la
del expedicionario francés.
Jean-Louis Etienne no se detiene en el éxito personal alcanzado, no valora la gesta como tal, no se enorgullece de su
resistencia, no... para él lo verdaderamente importante es haber encontrado contestación a una cuestión básica que
consideraba pendiente de respuesta. De ella dependerá su actitud futura: Dios existe. A partir de ahí su vida cambia. Nada
puede seguir siendo igual que antes. Dios le sigue creando.
O mejor dicho, Dios “nos” sigue creando.
Testimonios
La respuesta está en Dios