Apreciado incrédulo: Encontré un inspirado poema que pensé que quizás te va como “anillo al dedo”. Donde tú podías ser el protagonista. Que posiblemente se refiriese, ni más ni menos, que a ti. Es de Antonio Porpetta, poeta eldense nacido en 1936. (*) Y dice así: “Ha madrugado Dios esta mañana: escuché su trajín, su atareado revuelo por los árboles. Es tan grande su casa que no puede dar reposo a sus manos. Comenzó por las cumbres, barriendo tiernamente las últimas memorias del invierno. Los ríos le esperaban: pulimentó sus cauces, enderezó los juncos y puso más verdor en los cañaverales. Se retrasaba el sol en su redondo sueño y tuvo que encender sus almenaras y enderezar su rostro gigantesco detrás de las colinas. Puso orden al loco griterío de los pájaros, dio calor a unos nidos abrumados de escarcha, y lamió los rasguños de una corza batida por el viento. Se acercó hasta los mares: limpió los arrecifes, repartió las espumas, azuleó las aguas, y suprimió el silencio de las islas. Detuvo una tormenta, mandó que un aire lento peinara los trigales, que en la tierra brotaran semillas, que el fuego despertara su furia en lo profundo. Y descerró las verjas del amor y del miedo. Después ha descansado un brevísimo instante cerca de mi ventana. Lo he tenido muy cerca, fragante y luminoso: Me ha mirado y he visto como una leve duda en sus ojos inmensos, como un cierto dolor, quizás como un humano desaliento”. ______________ (*) De “El Clavicordio ante el espejo”. Citado en “Hombre y Dios: Cincuenta años de poesía española, 1950-1995” de María Enriqueta Soriano P-Villamil, Pilar Maicas García- Asenjo y María Dolores de Asís Garrote).
La respuesta está en Dios
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Cartas a un incrédulo
¡Aun estás a tiempo!
Si, quizás Dios se sienta, a veces, humanamente desalentado, descorazonado, dolorido. Humanamente desalentado de que a pesar de las múltiples muestras de su existencia que te ha dado, tú aun tengas dudas. Humanamente descorazonado porque a pesar de sus enormes esfuerzos, hasta el extremo de entregar a su propio Hijo a la muerte de la cruz, tú no te hayas aun enterado. Humanamente dolorido porque esa extraordinaria creación que describe el poeta no sea suficiente para ti como para darte cuenta de que detrás de ella tiene que haber Alguien inteligente, no la simple casualidad. Humanamente abatido porque quizás no sabe -¡Él, Dios!- qué más hacer para abrirte el corazón, totalmente respetuoso de tu libertad y libre albedrío. Humanamente extrañado porque tú prefieres ser impulsado por la vida y sus acontecimientos desbocados antes que detener por unos minutos tú marcha frenética y pensar en qué será de ti después de la muerte. Humanamente desmoralizado, sí, de tanto llamarte sin obtener respuesta. Y, sin embargo, ¡sería tan fácil! Tienes miedo… y crees que vas a salir perdiendo. Prefieres la vida que llevas porque ella te proporciona agradables sensaciones, pero no te das cuenta de que lo que perdura para siempre son las emociones. Crees que se te va a exigir demasiado, quizás un cambio de vida. Sí. Es posible. ¡Pero es que eso te va a asegurar la felicidad de verdad, no sólo aquí, sino también allí, en el más allá! ¡Y, además, tú vas a vivir ese cambio con alegría y agradecimiento, no con pesadumbre! Aun estás a tiempo, amigo escéptico. Y que no sea por tu culpa que Dios tenga… “una leve duda en sus ojos inmensos, como un cierto dolor, quizás como un humano desaliento”.
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