Lydie Dattas:
“Se puede, de golpe, tener una
experiencia humana tan intensa que
no tenga otro nombre que el de Dios”
Esta es una vivencia muy diferente a cualquiera de las anteriores de esta sección “Testimonios” en sus características. Una de
entre los millones que podríamos encontrar de personas que traslucen a Dios en su vida y con sus actos. Podríamos
etiquetarla como una experiencia “reflejada”, espejo, de Dios. Porque seguro que son muchos los lectores de esta web,
creyentes o no -que ahí no viene al caso-, que podrían dar testimonio personal de alguien que, en su entorno social y por su
forma de pensar, de vivir y de actuar, transparenta a Aquel en quien cree y a quien sigue.
En este testimonio, una entrevista de la que selecciono algunos fragmentos, el comportamiento humano de una religiosa sirve
de detonante para un cambio vital en el alma de Lydie Dattas, escritora y poetisa francesa nacida en 1949, que descubrió la
presencia de Dios en un hospital mediante el “reflejo” de su existencia. Primero como una intuición, al cabo de los años como
una certeza. De una forma menos espectacular que los protagonistas de los tres primeros ejemplos de esta sección, pero, sin
lugar a dudas, también vital y transformadora.
Lydie, de muy pequeña, cae enferma durante unas vacaciones. Sola en el hospital, sin la compañía de sus padres que no
pueden visitarla debido a una huelga general que paraliza totalmente Francia, es cuidada por una monja a la que recordará
toda su vida en lo venidero.
Esa monja aparte de asistirla hospitalariamente y de darle afecto le muestra una nueva dimensión de la vida. Según sus
propias palabras, le “enseña lo invisible”. Así relata su experiencia:
“Estaba enfrente de una mujer que se encontraba totalmente a mi servicio, pero que a través mío servía a
otro. A pesar de mi juventud, quedé deslumbrada por aquella actitud, por aquel celo maravilloso. No pude
hacer otra cosa que presentir aquello que ella servía”.
“Aquel recuerdo, hasta hoy, ha llegado a ser tan intenso, tan obsesivo, que me he visto obligada a escribirlo,
es decir, a tratar de resucitarlo. Ha sido así como he escrito "La experiencia de bondad"...”.
“Tenía bien poco material, sólo el recuerdo de un velo blanco movido por el viento, la certeza de haber estado
cuidada por una monja. A medida que escribía, los recuerdos fueron apareciendo uno a uno...”.
“No es la proximidad física la que importa, sino la proximidad del alma... ...Aquella religiosa era portadora de
una luz tan deslumbrante como yo nunca había visto. El esplendor de su actuar y de su abnegación me han
marcado para toda la vida”.
“Yo descubrí, escribiendo, que esta religiosa servía a alguien más, mientras me servía a mi. Eso era lo que
hacía fascinante su celo. Más de cuarenta años después descubrí qué era aquello que había fundamentado mi
vida”.
“No se puede amar más que en Dios, tanto si se es consciente de ello como si no. Gracias a aquella religiosa
he comprendido, años más tarde, que amar es más vital que vivir”.
“...se puede, de golpe, tener una experiencia humana tan intensa que no tenga otro nombre que el de Dios”.
(De una entrevista a Lydie Dattas en la revista francesa “Panorama”, sobre su libro “L'expérience de Bonté”)
“Se puede, de golpe, tener una experiencia humana tan intensa que no tenga otro nombre que el de Dios”. Reveladoras
palabras, casi diría que lapidarias.
Efectivamente: se crea o no se crea en Dios, se pregunte uno sobre el tema o no, nos preocupe o no la respuesta, es difícil, a
testimonio tan vivencial, humano y sentido, no ponerle la etiqueta de “Dios”.
¿Cuál sino?
Y es que en las manifestaciones de Lydie Dattas hay algo por encima, más allá y fuera de lo humano, algo transformador y
maravilloso, algo pletórico, colmado y colmante... ¿qué nombre darle?