La respuesta está en Dios
Hechos «extraordinarios»
(selección)
Señora R. G. V., de Trieste, núm. 2558:
"A finales de marzo de 1988, hacia las cinco de la tarde, me encontraba en el hospital de Cattinara, donde había ido
con mi amiga Sabina para visitar a su padre, Gennaro L., que estaba internado en condiciones muy graves. Mientras
esperábamos la hora de admisión de las visitas, trabé conversación con un matrimonio muy afligido. Esperaban para
poder ver a su hijo Mauro, ingresado dos días antes a causa de un accidente de bicicleta. Les hablé de Andrea,
invitándoles a rezarle por su curación. Los médicos habían diagnosticado el caso de desesperado y les habían dicho
que lo mejor que podían hacer era rezar para que Dios se lo llevara lo antes posible. Mis palabras les tranquilizaron y
se mostraron esperanzados en conseguir la ayuda de Andrea. Mientras conversábamos llegó la tía de Mauro, que
había leído su libro. Me abrazó al oír que yo hablaba de él para que encomendaran a Mauro. Los padres nada sabían
de Andrea ni de su libro. Cuando llegó la hora de admisión de las visitas a los enfermos, los padres, el matrimonio G. y
L. M., domiciliados en Trieste, me cedieron la preferencia para que entrara, me acercara a su hijo y rezara a Andrea.
Me aproximé a la cama de Mauro, mientras mi amiga lo hacía a la de su padre que estaba en la misma sala. Yo,
siempre rezando con profunda fe a Andrea, fui hasta la cama de Mauro y, pidiendo a Andrea que le ayudara, llamaba a
Mauro por su nombre. Entonces, por primera vez, éste abrió los ojos. Llamé a Sabina para que constatara el hecho y
fuera a buscar y advertir a los padres y a la tía.
Me quedé junto a la cama de Mauro hablándole de Andrea. Me miraba, y tuve la impresión de que escuchaba y
entendía cuanto le decía. Después llegaron los padres, con quienes me abracé con alegría. Al día siguiente, fui de
nuevo a ver a Mauro, que ya estaba en condiciones de hablar normalmente. Recordaba perfectamente todo cuanto le
había dicho el día anterior. La crisis había sido superada.
Atestiguo que cuanto acabo de decir corresponde a la verdad y estoy dispuesta a confirmarlo bajo juramento en
cualquier momento."
Señora M. G., de Nápoles, núm. 1809:
"Quiero contarle brevemente un episodio que me ha ocurrido y al que ya hice referencia en ocasión de mi última
llamada. Antes de empezar querría precisarle que todo esto no es fruto de mi fantasía y que no me he dejado
influenciar por la lectura de "Del Más Allá, la Fe", en cuyas páginas se describen casos más o menos parecidos.
El hecho hace referencia al nacimiento de un niño y ocurrió en la clínica donde trabajo como enfermera. El niño nació
muerto, clínicamente muerto. Tanto es así que el ginecólogo lo dejó en el cesto de los vendajes, ya que cualquier
tratamiento era inútil. Yo estaba en la sala de partos junto a la desesperada madre y me puse a rezar a su Andrea con
todas mis fuerzas. Sin ninguna intervención externa, el bebé, inesperadamente, empezó a llorar recuperándose por
completo".
Señora G. P., de Trieste, núm. 2104:
"... estoy convencida de haber recibido la gracia de Andrea de salvar a mi hijo Carlo en las siguientes circunstancias:
Eran cerca de las 12,45 horas. Estaba en mi casa rezando a Andrea para que ayudara a Carlo. Tenía la foto de Andrea
en la mano cuando, inesperadamente, sentí el impulso de salir de casa y la necesidad de dirigirme hacia los muelles.
Cuál no fue mi sorpresa al ver a Carlo, que en aquellos momentos debía encontrarse en el centro mental donde está
internado y del que había salido arbitrariamente. Se encontraba en el muelle a punto de tirarse al mar para suicidarse.
Lo había intentado ya en otras ocasiones. Tuve que pelear para impedírselo; me ayudó otra persona que pasaba.
Entre los dos conseguimos disuadirlo.
Estoy convencida de que esta salvación fue el fruto de una intervención milagrosa de Andrea."
Señor B. S. de S. A. di B. C. (Verona), núm. 7074:
"Hace mucho tiempo que sufría de dolores de cabeza y mi médico de cabecera, el doctor S., me hizo hacer un
encefalograma en el que apareció una lesión en la parte izquierda.
Con gran fe recé a Andrea para que me ayudara. Casi de inmediato me desaparecieron los dolores. El médico, poco
convencido, me hizo hacer un posterior examen, un TAC. Los resultados demostraron que la lesión había
desaparecido.
Sigo rezando y dando gracias a Andrea que me ha ayudado "cancelando" la lesión cerebral. El médico está
maravilladísimo por el óptimo resultado del TAC y la desaparición de los dolores. Toda mi familia, desde hace años, es
muy devota de Andrea porque frecuentemente nos ha ayudado en circunstancias difíciles.
En el patio de mi casa hemos construido una capillita dedicada a la Virgen de la Gracia y a Andrea Sardos Albertini
para que todos los del pueblo puedan gozar de su protección."
Testimonios
(selección)
Señora A. F. de Trieste, núm. 2513:
"He vivido, hasta ahora, proclamándome atea. He pensado y he vivido como tal y algunas veces casi con arrogancia.
Andrea ha operado en mi un gran cambio. El Dios tan buscado ha sido finalmente encontrado. Ciertamente, esto es un
gran milagro".
Señor R. B. de Egipto, núm. 3366:
Tras asegurar que era ateo convencido y que se ha vuelto creyente después de la lectura de "El más allá existe",
concluye:
"Si, hoy creo nuevamente, hoy sé que verdaderamente existe el Mas Allá y que la DIVINA LUZ INFINITA es Dios en la
persona de Jesucristo. Hoy lloro, pero no por el dolor de haber perdido a G., sino porque me siento culpable de haber
dudado de Dios y de haberlo incluso odiado. Hoy me arrepiento, hoy agradezco a su Andrea haberme dado la felicidad
de volver a creer. Desde hoy puedo vivir en paz, en honor de la LUZ INFINITA"
Señor R. W. de Berlín (Alemania), núm. 3620:
"La noble misión del querido Andrea está siempre presente en mis pensamientos más queridos. ¿Cómo podría ser de
otra forma? Él me ha tomado de la mano reconduciéndome sobre el sendero que lleva al Omnipotente Dios. En este
sentido, quisiera poder explicar el estado de ánimo en el que me encontraba desde hacía algún tiempo, pero -el
mismo Andrea lo afirmó-: "¿Cómo se pueden explicar las sensaciones?". Me limitaré, en consecuencia, a decirle que
desde el momento en que volví a aplicarme asiduamente a la lectura de los Santos Textos advertí, desde el principio,
una receptividad fuera de lo normal y que esta particular forma de asimilación está obrando en mi cambios de orden
moral e incluso de comportamiento; tan evidentes que entre aquellos que viven cerca de mi nadie ha dejado de
hacérmelo observar. Si aun tenía en mi algún sentimiento de rencor éste se ha disipado dejando lugar al perdón; todas
las formas de intolerancia van esfumándose gradualmente por la presencia de una comprensión más adecuada; la
humildad está sustituyendo al orgullo, etc. Día tras día, en el banco de pruebas de la existencia cotidiana, me
encuentro ante constataciones que me dejan a mi mismo estupefacto; todos mis esfuerzos son dirigidos a complacer a
Dios y a no hacer vano el sacrificio de Jesús como Cristo-hombre..."
Reverendo A. G., de Trieste, núm. 5715:
"Después de la lectura de su libro me ha parecido más clara y significativa la oración por los difuntos "Lux aeterna
luceat eis Domine..."
También he comprendido plenamente la antiquísima expresión que se utiliza en la misa en la Plegaria Eucarística II:
"admítelos a gozar de la luz de tu rostro".
Incluso los propios contenidos de mis homilías en los funerales han cambiado.
Me he dado cuenta de que lo que puede consolar a quien llora la muerte de una persona querida es la certidumbre de
que esa vive, más que nunca, en la luz de Dios y que continua junto al que se queda".
Señora M. G. M., de Reggio Emilia, núm. 3824:
"Lo que me hace reflexionar más y me incita positivamente es la metamorfosis que se está operando en mi
fuertemente... Le puedo asegurar que nunca nadie ni nada habían conseguido hacerme sentir ciertas fuertes
emociones como ahora ha conseguido desencadenar Andrea en mi. Son recomendaciones interiores, consejos
velados, claras palabras no audibles para el oído humano... quizás es sólo el fruto de mi fantasía, pero le garantizo,
Abogado Albertini, que el deseo de cambiar, de mejorar, de amar al prójimo es tan fuerte y claro que seguramente no
es todo mérito mío. Estoy convencida de que de lo alto alguien o alguna cosa está moviendo conmigo las piezas de la
vida"
Señor Giovanni Nanni, de Lanzada (Sondrio), residente en Vía Centro, 113. (En este caso el comunicante autorizó, en su
carta, a publicar su nombre y dirección para responsabilizar su testimonio):
"Espero me perdonará si le digo que otro milagro ha sucedido: en efecto, gracias a su -ahora también mío- querido y
dulce Andrea, he recuperado la fe en Dios. Una fe que, de noche, me tiene desvelado en comunión con Andrea y la
LUZ INFINITA. Me lleno de Él, de su amor. Su misericordia me asombra y me da un sentimiento de paz y serenidad
que no había nunca experimentado hasta hoy.
El domingo fui a la iglesia para participar en la Santa Misa, hacía tiempo que no lo hacía, las únicas veces en ocasión
de funerales o bodas. Noté una sensación bellísima; durante la consagración sentí escalofríos por todo el cuerpo y la
emoción fue grande.
No hacía ni quince días que me sentía una persona desafortunada y, de hecho, angustiada; un alma en pena,
verdaderamente desesperado por un amor no correspondido. Ahora estoy sereno y confiado porque he encontrado el
amor de Dios; puedo asegurar que he renacido en Cristo. De mi boca, ahora, sólo salen palabras que alaban al Señor
y a su misericordia e infinito amor por nosotros sus hijos...
Lo que no sabía es que usted había dado continuación al bellísimo primer libro: la recopilación de testimonios de tanta
gente. Decidí, inmediatamente, comprar el libro de título tan maravilloso: "DEL MAS ALLA, LA FE".
Grande fue mi emoción al leer los testimonios de fe; me quedé extasiado. Le debo confesar que la emoción
aumentaba a medida que avanzaba en su lectura, Ahora estoy releyendo los mensajes de Andrea y de ellos me
impregno, me alimento.
De la lectura de estos espléndidos libros, que tengo al lado de la Biblia, entendí que era llegado el momento de
cambiar. Ofrecí mi alma y mi cuerpo a Dios, la Luz Infinita, con humildad, con sinceridad, transportado. Diciéndole que
tomara el control de mi vida y que me iluminara para que hiciera aquello que le gustase que yo hiciese.
Invoqué a Andrea con fervor, con fe, pidiéndole, expresamente, que intercediera a la LUZ INFINITA... y fui escuchado.
Me están sucediendo cosas maravillosas; siento el deseo de ir, casa por casa, a llevar el MENSAJE que me ha
enviado el querido Andrea, especialmente al que sufre en el alma. Debo comunicarle que se están viendo ya los
primeros resultados significativos.
Usted, estimado Lino, puede imaginar la maravilla de constatar tal prodigio, querido por mérito y obra de SU HIJO,
porque yo soy sólo su brazo, yo hablo, pero de mi boca salen palabras leídas en la BIBLIA o en los EVANGELIOS,
siento que no son cosa mía y humildemente reconozco que la LUZ INFINITA puede servirse también, para la obra de
la redención, de las personas más indignas, como soy yo; esto confirma su infinita piedad y misericordia".
Señora N. N. de Amboise (Francia), núm. 5470:
"He comprendido su mensaje. Gracias. Ahora Andrea forma parte de mi familia. A él he encomendado mis hijos, él
sabe de qué tienen necesidad...
...Jesús vino al mundo para salvarlo, pero los hombres lo olvidaron rápidamente y ahora hace falta que a veces los
mensajeros nos recuerden su sacrificio. Andrea es uno de ellos.
Usted había temido el sacerdocio para Andrea. Dios mismo ha querido consagrarlo a hacerlo su misionero. Jesús dijo:
"Nadie enciende una lampara y la pone en sitio oculto, ni bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que los que
entren vean el resplandor"
Rezo para que, muy pronto, Andrea sea reconocido por las autoridades religiosas como enviado por Dios y para que
su mensaje alcance a todos los hombres de buena voluntad...
... He encontrado en su libro respuestas a preguntas importantes y fundamentales.
Estoy pasando un período difícil de mi vida. Tengo, a veces, ideas de venganza. En este momento pienso en las
palabras de perdón de Andrea por los que le quitaron la vida y entonces mi rencor me parece ridículo. No estoy aun
segura de haber perdonado, pero, al menos, consigo rezar por la conversión de aquellos que me han agraviado".
Señor M. G., de Brescia, núm. 5586:
"Hace varios años que leí su libro "El más allá existe" y debo decir que verdaderamente me ha ayudado mucho en
ciertos momentos de dificultad. He buscado ayuda también a través de su Andrea. Además, puedo afirmarle que me
ha hecho reencontrar aquella fe que desde hacía tanto tiempo ya no existía en mi.
Trabajo como conductor de ambulancia y en muchos casos realmente dramáticos contemplo aquello que queda de
una persona que nunca más no estará aquí (en esta tierra) y, a veces, me encuentro diciéndome a mi mismo:
"Salúdame a Andrea y dile que más tarde o más temprano nos volveremos a encontrar todos".
Señora F. R. G. de España, núm. 8272:
"Su libro me ha convencido de la existencia del Más Allá; experimenté sensaciones bellísimas mientras lo leía, creo
que la palabra más idónea es felicidad...
El 5 de Marzo recé a Andrea pidiéndole que me ayudara para poder dejar de fumar. A partir de aquel día no he vuelto
a tocar un cigarrillo".
Estudiante universitario D. D., de Roma, núm. 6024:
"¡¡¡Hasta hace dos meses yo era, quizás, el alma más nociva en un radio de 100 Km.!!! En efecto, creía en Dios pero
no hacía otra cosa que blasfemar y amaba con todo el corazón a Satanás, tan verdaderamente que tenía el horrendo
deseo de inscribirme en alguna secta practicante de ritos paganos. Durante el verano, en el Trentino, me comporté
como quien no ama al Señor, blasfemaba, escupía sobre los crucifijos, ofendía a los sacerdotes y en cierta ocasión
¡¡fui al Santuario del Divino Amor a blasfemar sobre la tumba de Don Umberto!!. Luego, en casa, trataba a mi madre
como a una bestia, le decía palabrotas, le deseaba la muerte y con mis amigos me comportaba como un productor de
iniquidades, sembraba cizaña. Ellos hacían lo mismo que yo y el diablo se había convertido en un símbolo.
Pero a principios de Septiembre mi hermano me dejó el libro "Prove e indizzi dell´Aldilà".
Debo declarar primero que, en la montaña, había leído también "El Más Allá existe", pero sin ningún efecto. Toda la
noche me metía en una lectura profunda hasta las 4 h. de la mañana y era preso de estremecimientos y sensaciones
extrañas. Al día siguiente de haber leído la experiencia de una mujer que tras despertarse había encontrado una
mancha roja en el pijama de su hijo, probé a besar la foto de mi padre desaparecido el 4/5/85 y, apenas vuelto del
baño, vi una mancha roja. Pero de aquella foto no estuve nunca muy convencido hasta que el 28/9/92, mientras
estaba en la escuela, un amigo mío me hizo notar la presencia de una mancha roja sobre mi camisa; entendí
rápidamente que eran obra de Andrea. En resumen, sólo le diré que últimamente he comprado libros de plegaria, que
predico el Evangelio a mis amigos, que en la escuela amo a mis amigos, que voy siempre a misa y que quiero ser
fraile franciscano.
A todos les digo siempre una frase de Jesús: "El que me reconozca ante los hombres también el Hijo del Hombre lo
reconocerá delante de los ángeles de Dios. Pero el que me niegue delante de los hombres será negado ante los
ángeles de Dios".
Señora R. P., de Ercolano, núm. 5574:
"Un día del pasado invierno mi hija Alessandra, que va a la escuela privada "La Ginestra" de Torre del Greco, me
solicitó que le comprara el libro "El Más Allá existe" pedido por la profesora de religión, junto con el libro de texto. Lo
compré y en los días sucesivos, incitada por las explicaciones que mi hija me hacía del libro, lo leí.
El Señor ha querido demostrarme su amor dándome a conocer a Andrea y su libro. Andrea se ha convertido en algo
importantísimo para mi, lo tomo como referencia para muchas cosas, lo siento cercano, noto su ayuda, ha aumentado
mi fe y siento que ésta sigue creciendo, lo quiero mucho.
He comprado los otros libros que usted, querido abogado, ha publicado para aquellos que tienen sed de verdad, de
justicia y esperanza en Dios. Desearía comprar varios ejemplares del primer libro "El Más Allá existe" para regalarlo a
familiares y amigos, pero en estos momentos no consigo encontrarlo..."
Señora M. M., de Pescara, núm. 5793:
"Mi hermana me hizo leer sus dos libros, los cuales me produjeron un bien infinito. Creo en el Más Allá como lo
describe el maravilloso espíritu de su hijo... Que Dios le ayude y que Andrea, desde su luminoso paraíso, le guíe.
Realmente, es un milagro que esta alma bendita pueda expresarse lejos de las sesiones espiritistas y otras cosas en
las que no creo".
Niña F. I. de S. L. (Bolonia), núm. 5011:
"Me llamo F. I. y tengo 11 años; no sé muy bien porque le escribo ni si tendré la valentía de mandarle esta carta.
Quiero solamente agradecerle el libro que ha escrito. Con él mi vida ha cambiado.
Desdichadamente, tengo varias enfermedades en los huesos como la osteogénesis imperfecta o la escoliosis. No son
graves pero se hacen sentir en la vida cotidiana, cuando no tengo a nadie con quien jugar y hablar. Me sentía perdida
hasta que el mensaje de Andrea me llegó también a mi. Desde entonces sé que tendré un futuro mejor, que seré
querida y respetada por aquello que soy. Ahora soy feliz.
He afrontado las tinieblas, pero ahora veo la Luz, veo la vida..."
Reverenda madre M. F., de Brescia, núm. 5340:
"¡Cómo desearía que todo el mundo conociera estos libros tan llenos de Luz, de Verdad, sobrenaturales; ruego mucho
por ello y me alegro de saber que están siendo traducidos a tantas lenguas y que van siendo muy conocidos. La Luz
sabe cómo y cuándo difundir la Verdad eterna..."
Señora R. M. de España, núm. 7829:
"He conseguido hacerme con el famoso libro "El Más Allá existe" que he devorado. Mi espera no ha sido en vano y no
sé como darle las gracias. Imposible decirle la alegría que me produce poder darlo a conocer a algunos de mis
amigos"
Señora M. A. C. de Barcelona, núm. 8341:
"Soy peluquera y desde mi modesto puesto de trabajo hablo de su libro y de su hijo, de su experiencia con el Más Allá.
Creo firmemente en su Andrea y rezo por él. Me ha abierto los ojos a la fe, que tenía un poco apartada. Hoy le escribo
un poco más serena, más firme en mis convicciones y creencias...
El pasado domingo, 19 de mayo, hizo la primera comunión mi sobrina por parte de mi marido. Por primera vez
después de muchos años fui a comulgar. Fue un paso hacia la fe que creía perdida, no creía ni en los sacerdotes ni en
la Iglesia, por la nociva influencia de otras personas y por haber querido creer en otras palabras que no eran las del
Señor."
Señor S. S., de la República Dominicana, núm. 6151:
"En su desgracia usted es para mi el hombre más afortunado de la tierra por haber Dios escogido a su criatura para
una misión tan importante. Tengo 52 años y en mi vida he esperado siempre algo grande de parte de Dios, pero hasta
hoy no he sido escogido. Quiero decir hasta... ayer... porque hoy puedo divulgar el mensaje de la Luz Infinita a través
de Andrea. ¡Que Dios le bendiga!".
Señora G. S., de Bruselas (Bélgica), núm. 5636:
"Desde hace muchos años busco como salir de la soledad de mis sentimientos de odio y rencor que me causan tantos
sufrimientos. Su libro y los mensajes de Andrea, su hijo, me han aportado un gran consuelo, un sentimiento de calor,
de sostén, de comprensión que me hacen desear ir hacia los otros y reemprender su contacto. Creo que vuelvo a
descubrir la fe. Este libro, en la vigilia de Pascua, es, sin duda, un signo para mi. Me hace tanto bien que ya no me
siento sola. He vuelto a descubrir el amor gracias a usted y a su hijo.
No sé como agradecerle este maravilloso regalo de Pascua. Le mando todo mi amor, toda mi alegría y gratitud.
Hablaré de su libro a muchas personas y se lo agradeceré a su hijo en mis plegarias. Que Dios le bendiga por este
regalo".
¿Señales de Andrea?
(selección)
Señor A. G. de Turín, núm. 2415:
"La misma tarde en que recibí su carta, antes de dormirme, la releí y, como hago muchas veces, me detuve un poco
en alguna página de su segundo libro "Del Más Allá, la fe" para buscar algo que se me hubiera particularmente
escapado; algún mensaje que me pudiera dar un poco de tranquilidad interior. Leí el mensaje de Andrea impreso al
dorso de la foto. Lo encuentro bellísimo.
A la mañana siguiente, al despertarme, vi de repente, al mirarme en el espejo, una mancha roja en la punta derecha
del cuello del pijama.
Quedé como bloqueado y de golpe mi pensamiento fue hacia Andrea; después dije interiormente: "Pero no, ¿por qué a
mi?". Con el corazón desbocado busqué si podía haber alguna causa para la mancha, pero no encontré nada que la
pudiese explicar.
Volví rápidamente a la habitación, para ver si había alguna traza en la funda de la almohada o en las sábanas, pero no
encontré ninguna.
Era la segunda noche que me ponía limpio el pijama. En la cara, en el cuello o en el resto del cuerpo no había ningún
rasguño ni corte que pudieran manchar el cuello. En la mesita de noche no había ni lápiz ni rotulador ni ningún líquido
de aquel color. No encontrando una causa a la mancha ni ninguna otra explicación pensé en una señal de Andrea.
Pero acaso soy muy presuntuoso. Sería maravilloso si fuese verdaderamente su señal."
Señora M. G. de Varedo (Milán), núm. 3860:
"No consigo expresar lo que he experimentado al leerlo. Soy creyente pero no demasiado practicante. Tras la
imprevista muerte de mi marido, una buena amiga me prestó el libro. Volví de nuevo a rezar por P. y por su querido
Andrea, pero desdichadamente tengo momentos de gran desesperación, de no aceptación. Uno de estos días en que
la desesperación estaba al máximo pensé en acabar con todo, pero una llamada de un buen amigo sacerdote me
ayudó a seguir adelante. Aquella noche me dirigí a Andrea rezándole, implorándole que me ayudara.
Por la mañana, tras haber acompañado al niño al colegio me paré en la iglesia (sentí la necesidad de hacerlo). Al
volver a casa tenía que buscar unos documentos; el cajoncito donde debían de estar no quería abrirse, algo se lo
impedía. Lo saqué y encontré la fotografía (hay que tener presente que allí sólo tenía cartas, certificados... las
fotografías las tengo todas en un cajón del salón). Como que esta fotografía presentaba una mancha de color rojo
fuerte a la altura del corazón (mi marido murió de un infarto), me entró el pánico y con la uña rasqué, rompiendo la
superficie donde estaba la mancha. En aquel sitio la foto quedó un poco rota.
Al día siguiente, con mi amiga (la que me prestó el libro), miramos la foto. Había una mancha blanca; sólo en el borde
había permanecido el rojo, pero el roto que yo había hecho no estaba. Como podrá ver, encima ha aparecido esta
mancha más tenue en forma de corazón.
No sé explicarme todo esto. Con mi amiga y su marido pasamos toda la velada haciendo pruebas sobre otras
fotografías, con rotuladores, acuarelas... pero no conseguimos ningún resultado parecido a éste".
Señora N. R., de Francia, núm. 7090:
"He leído y releído sus maravillosos libros, que me proporcionan cada vez mayor fuerza. Andrea es mi guía y mi
sostén. Le escribo después de un año para hacerle saber que sus favores continúan.
El viernes 23 de septiembre de 1994 debía acompañar a mi hijo al Instituto. Estaba a punto de salir cuando me detuve
ante la foto de Andrea (la tengo siempre en mi habitación), y le pedí que nos protegiera pues llovía mucho. En la
autopista y a causa del mal tiempo iba muy despacio. Había hecho 15 kilómetros cuando un coche nos adelantó, dio
dos o tres vueltas sobre si mismo y se detuvo atravesado en la carretera. Frené automáticamente, pero, a causa de la
lluvia, resbalé hacia el mencionado coche sin poder detenerme; el choque era inevitable. De repente, una voz interior
me dijo: "Deja el volante y los pedales". Así lo hice y, milagrosamente, el coche se detuvo evitando la colisión. El susto
había sido grande. Volví a coger el volante y le dije a mi hijo que afortunadamente Andrea había estado allí y que, con
la ayuda de Dios, nos había salvado. En los días siguientes pense en el mencionado suceso y, a pesar de saberlo ya,
le pedí a Andrea que me confirmara su presencia junto a nosotros en aquellos momentos. El sábado 22 de diciembre
del 94 fui a Misa de 7 de la tarde, me sentí en paz y bien conmigo misma de forma indescriptible, seguí la Misa con
atención y al ir a comulgar noté un perfume muy fuerte: pensé: "Es Andrea". No podía creerlo; miré a derecha e
izquierda. No parecía que nadie más notase aquel maravilloso olor que no duró más de uno o dos minutos. ¡Que
sorpresa! Corrí a casa y fui inmediatamente ante la foto de Andrea diciéndole: "Andrea, estabas en Misa". Entonces
noté de nuevo el perfume, aunque de forma más suave. Estoy muy emocionada y cada vez que pienso en ello se me
llenan los ojos de lágrimas.
Quiero transmitir al Sr. Sardos mi inmenso reconocimiento y el deseo de que este nuevo año la misión de Andrea se
extienda por el mundo para llevar a muchos paz y esperanza."
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El «caso» Andrea