La respuesta está en Dios
Noticias de Dios
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¿Quién es Jesús?

Su personalidad difícilmente comprensible. Sus hechos aparentemente imposibles. Su pretensión tremendamente excesiva... Si no fuera que... No puede haber ninguna otra explicación. A Jesús sólo se le puede admitir si creemos que era el mismo Dios encarnado en la tierra. No hay ninguna otra posibilidad. O negamos el evangelio... o le admitimos como Dios. Sus palabras no admiten confusión. Y los hechos... ¡le daban la razón! Decir que uno es Dios, es fácil. (Bueno... no tanto, a El le llevó al patíbulo). Demostrarlo, no. Y Jesús lo hizo con rotundidad: ¿Quién puede calmar tempestades? ¿Quién resucitar muertos? ¿Quién crear miles de panes y peces partiendo de unos pocos, o vino de gran calidad partiendo de simple agua? ¿Quién devolver la vista o la movilidad sin medicinas ni bisturí? ¿Quién curar todo tipo de enfermedades... de golpe? ¿Quien conocer el interior de las personas sin haberlas visto antes? ¿Quién... tantos otros hechos extraordinarios como hay en el evangelio? (algunos de ellos vistos por miles de personas)... En definitiva: ¿Quién es Jesús?
Jesús mismo repitió varias veces el valor que tenían estos hechos como demostración de que todo lo que decía era La Verdad. Veamos esas afirmaciones, esos "atrevimientos" de Jesús que fueron contrastados por esos hechos a los que hemos hecho referencia: Jesús es la senda que lleva al Padre: "Yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mi". (Juan 14, 6) Y es que resulta que Él y el Padre son lo mismo: "Yo y el Padre somos uno". (Juan, 10, 30) Afirma: "Yo soy", la misma expresión que Dios Padre dijo también a Moisés (Exodo 3,14): "En verdad, en verdad os digo: Antes de que Abrahám existiera, Yo Soy". (Juan 8, 58) El Sumo Sacerdote le preguntó de nuevo: "¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?" Y dijo Jesús: "Si, Yo Soy, y veréis al Hijo del hombre sentado a la diestra del Poder y venir entre las nubes del cielo". (Marcos, 14, 61-62) Dijeron todos: "Entonces ¿tu eres el Hijo de Dios?" El les dijo: "Vosotros lo decís: Yo Soy". (Lucas, 22, 70) Le dice la mujer: "Sé que va a venir el Mesías, el llamado Cristo. Cuando venga, nos lo explicará todo. Jesús le dice: "Yo soy, el que te está hablando". (Juan, 4, 25-26) ¡Jesús pone al día la Ley del Antiguo Testamento!: "Habéis oído que se dijo..." "Pues yo os digo...". (Mateo, 5, 21-44) Y tiene el poder del mismo Dios, ya que sólo Dios puede perdonar: "Hijo, tus pecados te son perdonados". (Marcos, 2, 5-7) El está por encima de todo, ¡incluso de lo más venerado en su tiempo!: "Pues yo os digo que hay aquí algo mayor que el templo". (Marcos, 10, 29) Sus palabras son las que el Padre quiere que diga, luego hay una perfecta sintonía entre ellos: "Porque yo no he hablado por mi cuenta, sino que el Padre que me ha enviado me ha mandado lo que tengo que decir y hablar". (Juan, 12, 49) "Todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer". (Juan, 15, 15) ¡Era  consciente de quien era ya a los 12 años! Cuando sus padres le buscaban porque le creían perdido. Pero en su caso: ¿en qué otro sitio podía estar sino en el Templo? "Y ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?". (Lucas, 2, 49) Posee un Reino, el de los Cielos: "Yo, por mi parte, dispongo un Reino para vosotros, como mi Padre lo dispuso para mi". (Lucas, 22, 29) El es, nada más ni nada menos que el esperado: ¡el Mesías!: "Yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que Él me ha enviado". (Juan, 8, 42) "Lo mismo que el Padre, que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre, también el que me coma vivirá por mi". (Juan 6, 57) Quien quiera saber como es Dios Padre que observe a Jesús: "Si me conocierais a mi, conoceríais también a mi Padre". (Juan, 8, 19)  Porque Jesús sólo hace lo mismo que hace el Padre: "El Hijo no puede hacer nada por su cuenta, sino lo que ve hacer al Padre: lo que hace él, eso también lo hace igualmente el Hijo". (Juan, 5, 19) Y no es menos que el Padre. Tiene exactamente lo mismo: "Todo lo que tiene el Padre es mío". (Juan, 16, 15) ¡Impresionante! ¡Desea y pide para nosotros lo mismo que El es con relación al Padre!: "Que todos sean uno. Como tu, Padre, en mi y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros". (Juan, 17, 21) Y para probar todo lo anterior: "Las mismas obras que realizo dan testimonio de mi, de que el Padre me ha enviado". (Juan, 5, 36) "Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al menos, creedlo por las obras". (Juan 14, 11) O bien... Decíamos al principio que la otra posibilidad estaba en negar el evangelio. Lo que ocurre es que hay un hecho capital que demuestra la veracidad del texto de los evangelistas (no hablamos en este caso de una cuestión de fe, que no serviría como testimonio para quien no la tiene). Imaginaros la situación: Aquel que se decía igual a Dios muere en una cruz, sin haber hecho nada por salir de la situación, en lo que se podría definir como un decepcionante fracaso. Como consecuencia, los apóstoles, sus seguidores más cercanos, se esconden. Sólo uno, Juan, le seguirá hasta verle morir. Los otros -podemos suponer claramente porque y el Evangelio según San Juan lo confirma-, no están presentes. Si su "líder" ha muerto en la cruz... ¿qué va a pasar con ellos? Tras aquel episodio la única actuación razonable y lógica para ellos (eso sí, también incoherente, egoísta y olvidadiza) es echar tierra encima del asunto, esconderse, por lo menos durante un tiempo, no llamar luego la atención en público y así intentar que se olvide todo el mundo de que existen. No vaya a ser que también a ellos les persigan y mueran del mismo modo, o parecido. Pero no, contra todo pronóstico, contra toda lógica, les vemos, al cabo de cincuenta días, dando la cara y afrontando cualquier riesgo. Predicar al proscrito Jesús tiene que llevar a tener problemas graves, tan graves como la misma muerte, pero ellos se enfrentan a esa certeza hasta el sacrificio final, hasta la muerte mártir que todos salvo uno van a sufrir un día. Confesarse seguidor de Jesús, proclamar su divinidad, aumentar el número de discípulos… era un grave riesgo para ellos. Pero ahí están, afrontando todos los peligros. Por Jesucristo. ¿Qué tuvo que pasar para que eso fuera posible? ¿De donde sacaron el coraje necesario? (*) Sólo la creencia absoluta en Jesús-Dios es la única respuesta posible: No se corre peligro de muerte por seguir un ideal del que uno no está seguro que vale la pena. A nadie le apetece morir mártir sin que sirva para algo. Nadie es capaz de vivir constantemente perseguido, si no hay una gloriosa certeza que lo merezca. Bueno, sí, sólo si Jesús -Dios y hombre- es verdad. _______________ (*) Te lo cuento más explicitamente en el artículo «El extraño caso de los doce hombres cobardes que se convirtieron en héroes de hoy para mañana» de esta misma web.
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